Esequibo: ¿entrega programada?
Por: Armando González Angarita
Ginebra, Suiza, febrero de 1966. Nacía allí el ya famosos Acuerdo de Ginebra, pautando y programando acuerdos para la solución pacífica de la controversia. Surgía éste del Contencioso presentado por Marcos Falcón Briceño, ante las Naciones Unidas (ONU), allá en 1962, apoyado en documentos, conocidos post mórtem, de Severo Mallet Prevost, abogado defensor de Venezuela en el fallo de París de 1899. El Proceso termina considerando NULO e ÍRRITO al fatídico Laudo de esa Ciudad Luz.
Primero, fue una Comisión Mixta, y luego fueron tres distinguidos Buenos Oficiantes caribeños, los que desplegaron sus mejores esfuerzos, con opacos resultados. La desaparición física del último Oficiante, Norman Girvan, genera alarmante vacío, pues tememos que el socialismo deje caer el proceso en largo letargo y, menos aún, convenga, debido a la inefectividad de los Buenos Oficios, en seleccionar un nuevo y más eficiente método de Solución Pacífica de Controversias, tal como lo pauta Ginebra.
El sistema instituido fue interrumpido sólo por el “Protocolo de Puerto España”, instrumento que congeló el proceso -se dijo que “estratégicamente”- por doce años, hasta 1982. En esa fecha Venezuela lo reactiva con los “Buenos Oficios” como vía mediadora propuesta por el secretario general de la ONU la cual, por cierto, rige, desde finales de los ochenta, hasta nuestros días.
¿Quién hubiese creído que al cabo de tal período, y a pesar de la Protección que proveía el artículo 5, párrafo dos de Ginebra a la intangibilidad del territorio en reclamación, un gobierno venezolano, con específica y entreguista declaración de Hugo Chávez, en Georgetown, en 2004, haya venido cediendo, voluntaria y progresivamente esos logros? Y así lo han hecho cuando, al insistir en la absurda posición de 2004, voltean la mirada ante las delirantes aspiraciones de Guyana en la ONU de ampliar su Plataforma Continental -de 200 a 350 millas- con efectos hasta en la salida atlántica venezolana. Igual escapismo han acusado frente a las ofensivas concesiones mineras que en territorio en reclamación y espacios acuáticos contiguos ha venido confiriendo alegremente Guyana a transnacionales, gobiernos extracontinentales e incluso, tácticamente al Brasil. Recientemente el gigante luso-americano y la excolonia inglesa convinieron en construir una represa hidroeléctrica en el mismísimo Esequibo, desconociendo, una y mil veces más, el compromiso de Ginebra. De no ser por el valiente rechazo a tales insensatas bofetadas por una parte del país, aún vociferante, tenue y confusa huella restaría de los casi invisibles ademanes bolivarianos.
Pero la gota que derrama el vaso, al menos para la Armada Nacional, que no bolivariana, fue cuando Guyana intervino descaradamente en la fachada atlántica venezolana. Nuestra Armada, en patrullaje rutinario, en octubre de 2013, extrajo un barco de Andarko Petroleum de esas aguas, el cual exploraba áreas de la ilegal y descarada concesión Starbroke, con obvias intenciones económicas.
Apoyo político caribeño para sus veleidades imperialistas y una interpretación escurridiza, entreguista e ideologizada de supuestos “valores planetarios socialmarxistas”, contrarios a los de la “Nación/Estado”, ensayan explicación para tan elástica actitud. Valores nacionales estos últimos que hasta ese infausto instante, allá en el año 2004, eran defendidos por ilustres compatriotas de manera tenaz, recia y venezolanista. Despreciable postura ésta. La historia sabrá juzgar.
Etiquetas: Esequibo Traición
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